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And slowly... you come to realize...
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And slowly... you come to realize...
Las arenas de Huecomundo no representaban misterio alguno para el joven arrancar, había habitado allí durante años y conocía la localización en la que se encontraba como la palma de su mano, siempre le había parecido terriblemente divertido hacerse el distraido con el resto de arrancar, expresiones como "oh cielos... creo que llego tarde" u "oh cielos... creo que me he perdido" eran tan propias del arrancar como la firma lo era para un ser humano, era su señal de identidad, su "huella dactilar"
Había recibido el aviso de una posible misión pero teniendo en cuenta que la espada a la que servía llevaba sin aparecer sólo Dios sabía cuánto tiempo había decidido obviar el aviso y pasar olímpicamente, no le cabía la menor duda de que existían decenas de arrancar dispuestos a involucrarse en una matanza pero a él particularmente le parecía entre poco y nada entretenido el hecho de reunirse para llevar a cabo una misión.
Las misiones eran algo personal, eran algo que independiéntemente de quienes diesen las órdenes debían de llevarse a cabo no sólo en el plano profesional, era lo que diferenciaba a los mercenarios de los que cumplían con su deber como era debido, "acatad las órdenes... acudid... bla, bla, bla..." toda aquella palabrería barata resonaba en la cabeza del peliblanco sin llegar a tener sentido.
Él siempre había sido un espíritu libre, no iba a cambiar sus costumbres porque a una serie de cencerros se les ocurría que debían meter ruido en un momento determinado, no se encontraba ni del humor ni con las ganas suficientes como para llevar a cabo ningún tipo de acción que no redundase en su propio beneficio exclusivamente, además, era un arrancar, su ausencia no significaría absolutamente nada, de hecho su propia presencia podría pasar desapercibida al resto de seres que habitaban aquellas planicies.
Total... tanto le importaba que no le importaba absolutamente nada, en aquellos momentos se limitaba a llevar a cabo una práctica que había adquirido desde hacía tiempo inmemorial, la rutina de movimientos que llevaba efectuando desde que tenía uso de razón, blandir la katana de un lado a otro, a cualquier otro arrancar le podría parecer aburrido pero al arrancar aquella rutina conseguía relajarle, hacer que se olvidase de todo en el mundo, de todos los problemas, de todo... en general.
Por otra parte quería viajar al mundo humano, confrontar a un shinigami que tuviese las mismas ansias de combate que él, no un shinigami que utilizase las artes demoníacas sino alguien que utilizase la katana para entablar una conversación de filos, estocadas y cortes, un caballero contra otro caballero.
Izuna encontraba las habilidades shinigamis curiosas... para empezar poseían un compañero propio, ellos lo llamaban zampakutou, él lo llamaba katana, distinto nombre para una misma cosa, pero a diferencia de los arrancar la zampakutou de los shinigamis no sellaba su poder sino que lo canalizaba, era casi el proceso inverso al que seguían los arrancar, por ello lo encontraba realmente entretenido.
Tal vez incluso pudiera hacer un viaje al mundo humano...
Había recibido el aviso de una posible misión pero teniendo en cuenta que la espada a la que servía llevaba sin aparecer sólo Dios sabía cuánto tiempo había decidido obviar el aviso y pasar olímpicamente, no le cabía la menor duda de que existían decenas de arrancar dispuestos a involucrarse en una matanza pero a él particularmente le parecía entre poco y nada entretenido el hecho de reunirse para llevar a cabo una misión.
Las misiones eran algo personal, eran algo que independiéntemente de quienes diesen las órdenes debían de llevarse a cabo no sólo en el plano profesional, era lo que diferenciaba a los mercenarios de los que cumplían con su deber como era debido, "acatad las órdenes... acudid... bla, bla, bla..." toda aquella palabrería barata resonaba en la cabeza del peliblanco sin llegar a tener sentido.
Él siempre había sido un espíritu libre, no iba a cambiar sus costumbres porque a una serie de cencerros se les ocurría que debían meter ruido en un momento determinado, no se encontraba ni del humor ni con las ganas suficientes como para llevar a cabo ningún tipo de acción que no redundase en su propio beneficio exclusivamente, además, era un arrancar, su ausencia no significaría absolutamente nada, de hecho su propia presencia podría pasar desapercibida al resto de seres que habitaban aquellas planicies.
Total... tanto le importaba que no le importaba absolutamente nada, en aquellos momentos se limitaba a llevar a cabo una práctica que había adquirido desde hacía tiempo inmemorial, la rutina de movimientos que llevaba efectuando desde que tenía uso de razón, blandir la katana de un lado a otro, a cualquier otro arrancar le podría parecer aburrido pero al arrancar aquella rutina conseguía relajarle, hacer que se olvidase de todo en el mundo, de todos los problemas, de todo... en general.
Por otra parte quería viajar al mundo humano, confrontar a un shinigami que tuviese las mismas ansias de combate que él, no un shinigami que utilizase las artes demoníacas sino alguien que utilizase la katana para entablar una conversación de filos, estocadas y cortes, un caballero contra otro caballero.
Izuna encontraba las habilidades shinigamis curiosas... para empezar poseían un compañero propio, ellos lo llamaban zampakutou, él lo llamaba katana, distinto nombre para una misma cosa, pero a diferencia de los arrancar la zampakutou de los shinigamis no sellaba su poder sino que lo canalizaba, era casi el proceso inverso al que seguían los arrancar, por ello lo encontraba realmente entretenido.
Tal vez incluso pudiera hacer un viaje al mundo humano...
Invitado- Invitado
Re: And slowly... you come to realize...
El arrancar observaba entretenido el ambiente en el que se encontraba, ambiente en el que se había encontrado desde hacía muchísimo tiempo, no era que le agradase aquella situación pero tampoco le desagradaba la soledad en la que se encontraba, a fin de cuentas él mismo se la había buscado al romper, en cierto modo, los lazos que le unían a la organización de Huecomundo.
¿Realmente les importaba tanto aquella estúpida guerra llevada a cabo desde tiempo inmemorial? a él le parecía una estupidez, sin duda, se confrontaban, se peleaban, algunos morían, otros salían victoriosos, pero al final siempre había bajas en ambos lados.
En definitiva lo que uno de los dos bandos necesitaba era encontrar la forma de asestar un único y letal golpe al bando contrario para acabar con aquella situación, desgraciadamente ninguno de los dos bandos parecía tener la llave que abriese la puerta de la victoria.
La única posibilidad era, por lo tanto, crear un tercer bando que generase la suficiente confusión como para que uno de los dos bandos (el de los shinigamis evidéntemente...) estuviese demasiado concentrado en dicha pseudoorganización como para darse cuenta del verdadero problema que podía representar la organización principal (Huecomundo) claro que para ello sería necesario un número limitado de personas... o tal vez no...
El arrancar sonrió, él pertenecía a la 8ª sección, responsable del área de Asesinatos y Operaciones Especiales, sus habilidades como arrancar le permitían pasar prácticamente desapercibido una vez se desplazase y sin duda alguna, independiéntemente de lo buenos que fuesen en la Sociedad de Almas no le cabía duda de que tendrían serios problemas a la hora de localizarle, era por lo tanto la hora de realizar su primer movimiento.
Abrió una garganta hacia el mundo humano, aquello sería terriblemente entretenido.
¿Realmente les importaba tanto aquella estúpida guerra llevada a cabo desde tiempo inmemorial? a él le parecía una estupidez, sin duda, se confrontaban, se peleaban, algunos morían, otros salían victoriosos, pero al final siempre había bajas en ambos lados.
En definitiva lo que uno de los dos bandos necesitaba era encontrar la forma de asestar un único y letal golpe al bando contrario para acabar con aquella situación, desgraciadamente ninguno de los dos bandos parecía tener la llave que abriese la puerta de la victoria.
La única posibilidad era, por lo tanto, crear un tercer bando que generase la suficiente confusión como para que uno de los dos bandos (el de los shinigamis evidéntemente...) estuviese demasiado concentrado en dicha pseudoorganización como para darse cuenta del verdadero problema que podía representar la organización principal (Huecomundo) claro que para ello sería necesario un número limitado de personas... o tal vez no...
El arrancar sonrió, él pertenecía a la 8ª sección, responsable del área de Asesinatos y Operaciones Especiales, sus habilidades como arrancar le permitían pasar prácticamente desapercibido una vez se desplazase y sin duda alguna, independiéntemente de lo buenos que fuesen en la Sociedad de Almas no le cabía duda de que tendrían serios problemas a la hora de localizarle, era por lo tanto la hora de realizar su primer movimiento.
Abrió una garganta hacia el mundo humano, aquello sería terriblemente entretenido.
Invitado- Invitado
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